Cómo Llegar al Cielo
¿Qué dice la Biblia?
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¿Alguna vez te has preguntado por qué el mundo está tan roto? ¿Por qué hay tanta injusticia, dolor, egoísmo y maldad? La Biblia nos da una respuesta clara: el pecado. Pero el problema no está solo “allá afuera”; está dentro de cada uno de nosotros.
Romanos 3:10 dice: “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno.”
Y Romanos 3:23 añade: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.”
Eso nos incluye a ti y a mí. Pecar no es solo hacer cosas malas muy graves; es vivir apartados de Dios, hacer lo que queremos en lugar de lo que Él quiere. Mentir, tener malos pensamientos, guardar rencor, ser orgullosos, desobedecer—todo eso es pecado. Y aunque tratemos de ser buenas personas, jamás seremos lo suficientemente buenos como para alcanzar el estándar perfecto de un Dios Santo.
Efesios 2:1 dice que estamos muertos en nuestros delitos y pecados. Eso significa que no solo estamos “un poco mal”; estamos espiritualmente muertos, incapaces de salvarnos por nosotros mismos.
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Puede que alguien diga: “Pero si Dios es amor, ¿por qué castiga el pecado?”
Precisamente porque Dios es justo, no puede pasar por alto el mal. Imagina un juez que deja libre a un asesino solo porque “es buena gente”. Eso no sería amoroso—sería injusto. De la misma manera, Dios no puede ignorar el pecado.Romanos 6:23 nos dice: “Porque la paga del pecado es muerte…”
Esta muerte no es solo física; se refiere también a una muerte espiritual y eterna, lo que la Biblia llama infierno: un lugar real de separación total de Dios.
Apocalipsis 21:8 dice: “…todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.”
Tal vez eso suene extremo—¿todo eso por mentir? Pero ese versículo no está diciendo que hay pecados pequeños y grandes, sino que cualquier pecado nos hace culpables delante de un Dios perfecto. No es la cantidad del pecado, sino la gravedad de ofender a un Dios tan santo.
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Aquí es donde entra la buena noticia. Aunque Dios es justo, también es amoroso. Y en vez de dejarnos condenados, Él mismo vino a rescatarnos.
Romanos 5:8 dice: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”
Jesús no murió por gente buena. Murió por pecadores—por ti y por mí. Él vivió la vida perfecta que tú y yo no podíamos vivir, y luego tomó nuestro lugar, recibiendo en la cruz el castigo que merecíamos.
1 Juan 2:2 explica: “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.”
“Propiciación” significa que Jesús satisfizo la justicia de Dios. Él absorbió toda la ira y el castigo por el pecado. No quedó nada pendiente. Su resurrección prueba que el sacrificio fue aceptado. Él venció la muerte, y ahora ofrece salvación a cualquiera que la reciba.
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Quizás piensas: “¿Y ahora qué debo hacer? ¿Cómo se recibe ese perdón?”
Romanos 6:23 continúa: “…mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”
Dádiva significa regalo. Y un regalo no se compra ni se gana. Solo se recibe.
Cristo ya pagó el precio completo. Tú no puedes agregarle nada con buenas obras, religión, sacramentos ni esfuerzos humanos. Lo único que debes hacer es recibir el regalo con fe sincera.Romanos 10:9-10 dice: “Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.”
No se trata de repetir una oración mágica. Las palabras por sí solas no salvan. Lo que verdaderamente importa es una fe genuina en tu corazón, una fe que reconoce que Jesús es el único que puede salvarte y que nace del deseo sincero de entregarle tu vida por completo. Esa fe se expresa con tu boca, como un acto de rendición, confianza y decisión personal.
¿ESTÁS LISTO?
No necesitas entender todo perfectamente. No necesitas cambiar tu vida antes de venir a Dios. Solo necesitas reconocer que estás perdido sin Cristo, y que solo Él puede salvarte.
Hoy puede ser el día en que todo cambie para siempre.
No pospongas la decisión más importante de tu vida.
Si estás listo para recibir el regalo de la salvación, puedes orar a Dios así:
“Señor Jesús, reconozco que soy pecador y que merezco el castigo por mis pecados. Pero creo que moriste por mí y que resucitaste. Hoy pongo toda mi fe en ti. Perdona mis pecados, sálvame y cambia mi vida. Te recibo como mi único Salvador y Señor. En tu nombre oro. Amén.”
¿Hiciste esta oración con fe?
La Biblia promete que si vienes a Cristo, Él no te rechazará.
Juan 6:37: “al que a mí viene, no le echo fuera.”
Te animamos a buscar una iglesia cristiana donde puedas crecer, aprender y seguir a Jesús junto a otros que también han sido transformados por su amor.
Si usted ha hecho esta oración, por favor háganos saber para que podamos regocijarnos con su desición.